Tu espalda lleva escrita nuestra historia, tiene marcado cada beso que le di en nuestro tiempo y que solo yo puedo verlos. Tras tu aparente imagen de felicidad se esconden los momentos de locura y buen sexo que solíamos practicar en tu habitación, sobre los muebles, la cocina, el baño y debajo del edredón. Tienes reflejada aun cada palabra pronunciada con el propósito de hacerme suspirar. Esos labios carnosos que conozco a la perfección conservan las sombra de los míos, con el sabor intacto plasmado; en caso de que se te antoje revivir esos encuentros en tus pensamientos utiliza las manos, juega con ellas, siente y saborea, finge unos cuantos minutos que estoy ahí, observándote, ¡tócate pensando en mí! haz el mismo recorrido que yo solía hacer con mis dedos usando tus lunares como guía, siente el peso de mis senos en tu pecho, ayuda a tu memoria a recordar cuando sin aliento me posaba sobre él.
El delirio de tus oídos por escuchar nuevamente mis gemidos es equivalente con el que sienten tus ojos por verme modelar semidesnuda con tu prendas ligeramente puestas para seducir tus cinco sentidos provocando que tu cuerpo exija que mis uñas le hagan daño como en los pasados encuentros apasionados.
Nuestras pieles a centímetros una de la otra son una obra de arte delirante, yo tu musa, tu mi artista, el cual pone a volar su imaginación para decorar mi estructura con su arte. Tócate y sigue inventándome en tu cama, sobre tus sábanas blancas, sigue haciéndome protagonista de tus noches, de tus pensamientos, porque como buen cobarde no aprovechaste al máximo los momentos y hoy me toca marchar lejos de ti, de esta realidad; si te sirve de consuelo de vez en cuando también te recuerdo con mis manos recorriendo todo mi cuerpo, a ojos cerrados, como antes solíamos hacerlo.